La Batalla de la Fe
Cien Años cumple en el Perú misión pastoral vasca de la
Congregación Pasionista.
El próximo 17 de mayo se cumplirán CIEN AÑOS de una gesta
evangelizadora hecha por vascos que no tiene precedente, pues quienes hasta hoy
la protagonizan fueron y son hombres decididos a todo, cuyas únicas armas son
una cruz y la palabra convincente, aparte de una renunciación casi perpetua a
lo que la mayoría consideramos buena vida. Son los misioneros de la Orden
Pasionista, una congregación cuyos primeros soldados partieron de Bilbao el 24
diciembre de 1912 y empezaron su obra sacra en la Amazonía peruana cuatro y
medio meses después, luego de interminable viaje.
Eran doce, como los apóstoles de Cristo, y eso han seguido
siendo año tras año, década tras década: apóstoles y soldados de la fe, que han
venido superando no solo lo desafiante de esa floresta indómita sino también las propias reglas de la
Iglesia, que en un momento dado estuvo a punto de terminar con su apostolado,
porque de acuerdo a las reglas de la Congregación no podían ejercer donde ya
otros religiosos tenían presencia oficial a través de parroquias.
Tuvo que intervenir el Papa de entonces para encontrar una
solución salomónica. Un esforzado religioso, y arzobispo de Chachapoyas,
Monseñor Emilio Lisson, logró que la Santa Sede creara una Prefectura
Apostólica Misional, en Yurimaguas, a la
que se juntaría luego la colindante
Prelatura de Moyobamba, en San Martín, que sería también encomendada a
los pasionistas.
Así continuó la obra,
en 1917, que hasta ahora se mantiene con gran esfuerzo y sacrificio, pues los
misioneros pasionistas no son de esos cómodos religiosos que se mueven en
ciudades, con parroquias establecidas, impartiendo sacramentos en lugares
tranquilos, gozando de buenas limosnas y soporte de la feligresía, cuando no
conduciendo colegios de buen nivel que rivalizan incluso con los más encopetados
centros educativos privados.
No, los primeros pasionistas que llegaron en 1913 no sabían
siquiera a donde venían, ni lo agreste del entorno pese al verdor permanente.
Sin caminos que seguir, y solo con la guía de Dios, tenían que adentrarse en territorios
desconocidos, en viajes de seis y siete días, según lo ha testimoniado en
cartas Monseñor Lisson:
“Para ellos no había caminos difíciles, a pesar de que
algunos han sido de seis y siete días a pie, con barro a la rodilla; ni
delicadeza de alimentos, habiéndose contentado con lo que podían darles en
estas regiones retrasadas; ni esmero en la cama o en el mueblaje, habiendo sido
con frecuencia la cama una mala estera y los muebles, los troncos de los
árboles” narraba
Monseñor Lisson, quien era el obispo de Chachapoyas y quien había hecho la
invitación a la orden pasionista para iniciar su misión.
Y agregaba más adelante:
“No creo que en las misiones de otras partes sufran los
misioneros más privaciones que las que aquí han soportado los pasionistas. La
obra va produciendo sus frutos; mi deseo es que éstos sean estables y se
extiendan más y más”.
Eran tiempos difíciles y lo siguen siendo ahora, pero la
vocación evangelizadora sigue siendo la misma.
Hace unos meses atrás celebramos el Cuarto Centenario de la
fundación de la Cofradía de Nuestra Señora de Arantzazu, por vascos, en Lima; y
los padres pasionistas estuvieron a nuestro lado, en lo religioso y en lo
cultural, representados por el Padre Antonio María Artola Arbiza, catedrático emérito de Sagrada Escritura en
la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto. Actualmente enseña en la
Facultad de Teología Civil y
Eclesiástica de Lima.
Pocos conocen una singular historia de las relaciones entre
la Virgen de Aránzazu y Yurimaguas. El 23 de marzo de 2003 una imagen –reproducción exacta de la
Virgen de Aránzazu- salía de Bilbao para Perú. El destino quiso que aquella
imagen recalara precisamente en Yurimaguas. Era una imagen que rehacía el mismo
itinerario de los Primeros Misioneros Pasionistas. Había partido de Aránzazu a
Bilbao el 22 de agosto de 1969 -en el V centenario de la aparición de la Virgen
(1469-1969). Quedó en Bilbao treinta años, y el 23 de marzo salía para
Yurimaguas.
Hicimos incluso un peregrinaje hasta Yurimaguas, donde se encuentra
la sede de la Orden, y la capilla donde se venera la efigie de la Virgen de
Aránzazu. Allí fuimos atendidos por el
Provincial Monseñor José Luis Astigarraga Lizarralde, C.P., quien nos entregó
la emblemática efigie de nuestra Señora de Aránzazu traída en el siglo pasado
del País Vasco; y que llevada a Lima
presidió los eventos conmemorativos, e incluso un conversatorio histórico con
la presencia de reconocidos intelectuales del mundo vasco y latinoamericano.
Siguiendo la idiosincrasia tenaz del pueblo vasco, los
religiosos pasionistas siguen haciendo una gran obra en el Perú.
Inicialmente la tarea se realizaba desde una Prefectura
Apostólica, la cual con el tiempo derivó en un Vicariato Apostólico a cargo de
un obispo.
Al momento de crearse la Prefectura se señaló textualmente:
«La confiamos a la Congregación pasionista.» y cuando la Prefectura Apostólica
fue elevada a Vicariato se dijo:
«Queremos que en adelante siga también… a cargo de los
misioneros de susodicha Congregación de los clérigos descalzos de la Santísima
Cruz y Pasión de nuestro Señor Jesucristo, que han venido laborando en esta
región con tanto celo.»
Eso es lo que siempre han demostrado los misioneros de la
Cruz en el Perú: celo, entrega total a su misión apostólica, siguiendo la
huella de los doce primeros, uno de los cuales incluso entregó su vida al
encarar su tarea, muriendo ahogado en
uno de los caudalosos ríos de la selva peruana.
Eso es lo que ha rescatado y destacado en su momento Monseñor
Miguel Irízar Campos, sacerdote vasco, quien en el Perú ha efectuado una obra
monumental, y que en el Cuatricentenario de la Cofradía de Nuestra Señora de
Arantzazu en Lima cumplió un rol fundamental.
Es pues digno de destacarse estos primeros cien años de
presencia pasionista en el Perú, una presencia silenciosa pero efectiva, pues
la palabra y la obra de Dios han llegado a lugares ignotos, donde solo la
persistencia y entrega de estos religiosos ha podido alcanzar.
La partida de los primeros misioneros desde su casa matriz de
Bilbao se produjo en diciembre de 1912. Iniciaron el cruce del Atlántico el
primer día de enero de 1913, y solo llegaron a Tarapoto el 17 de mayo de ese
año.
En homenaje a esta hazaña histórica, la Hermandad y Cofradía
de Nuestra Señora de Arantzazu de Lima y el Fondo Editorial de la Revista Oiga,
están organizando un viaje de peregrinaje hacia la ciudad de Yurimaguas,
recorriendo ciudades y pueblos de la costa, sierra y selva peruana. La ruta
denominada EUZKADI como la montaña que lleva ese nombre en la hermana Republica
de Chile, finalizara con la siembra de un retoño del Gernikako Arbola.
Estamos ya pues viviendo el Primer Siglo de esta gesta poco
conocida. Reconozcamos tan tesonera labor y rindamos homenaje a quienes desde
1913 vienen dando muestras de histórico desprendimiento. Desde estas páginas
les tributamos un merecido tributo de admiración.
Lima, Febrero de 2013
Fuente:
Jhon Bazán
Director Gerente Fondo Editorial Revista Oiga
Director de la Ilustre Cofradía Vascongada de Nuestra Señora
de Arantzazu de Perú
Delegado de la Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora
de Arantzazu de Lima
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